Wanda Suarez / Emmanuel García
El pasado sábado 12 de octubre, Monterrey se convirtió en el epicentro de una tormenta musical con la octava edición del Heineken Silver Live Out. Este festival, ya un pilar en el calendario cultural de la ciudad volvió a demostrar por qué es la meca anual para descubrir ritmos y artistas emergentes.
Con el sol en su cenit, Marte dio el arranque de salida, lanzando a la multitud a una órbita de éxtasis sonoro. Su cóctel embriagador de rock, pop y jazz-funk fue la chispa perfecta para encender la mecha del festival, aunque la audiencia era poca en comparación a las ediciones anteriores.
Mientras tanto, en el Bacardi Stage, Strawberry Pom, los hijos pródigos de Monterrey desataron su tormenta de alt-rock. Su música, un grito de guerra generacional, encontró eco en las gargantas de fans que coreaban cada letra. Posteriormente se presento Wet Baes para calentar mas el ambiente y Technicolor Fabrics poniendo su toque de buen ritmo y energía positiva, siguiendo la fiesta Empress of entre otros.
Conforme el día avanzaba, el festival se convertía en un caleidoscopio sonoro, cada giro revelando nuevas gemas musicales. Las bandas se sucedían como olas en una marea imparable de talento, cada una dejando su huella indeleble en el alma de los asistentes.
El festival no solo ofrecía música; era un festín para los sentidos. Food trucks con aromas que te llamaban a esa área, instalaciones artísticas que desafiaban la realidad, activaciones interesantes y divertidas y una comunidad de almas afines unidas por el poder universal de la música. Cada rincón del venue era un microcosmos de experiencias, una promesa cumplida de que aquí, en este oasis sónico en medio de Monterrey, la vida se vivía en estéreo y a todo volumen.
El escenario Heineken Silver Studio se transformó en un portal a otra dimensión sonora. Aquí, el beat se convirtió en el nuevo latido colectivo de la multitud, una fuerza primordial que hizo temblar los cimientos mismos del festival, HAJJ, RAYBEN, PAUZA y YO SOY MATT se turnaron para convertir el espacio en una caldera burbujeante de ritmos sintéticos y bajos profundos en donde los cuerpos de los asistentes se fundieron en una masa ondulante, poseída por un espíritu electrónico imparable.
De repente, Kerala Dust emergió en escena. Esta enigmática trinidad formada en las calles de Londres en 2016 rompió la barrera del sonido con su presencia. Su música, un extraño híbrido de lo orgánico y lo sintético, se apoderó del ambiente como un gas narcótico. Cada nota se convertía en un mantra, hipnotizando a la audiencia y transportándola a un plano astral donde el tiempo y el espacio perdían todo significado.
Justo cuando parecía que la locura electrónica alcanzaría su punto de ebullición, Neil Frances apareció,con su actuación, insoportablemente genial, Neil Frances logró lo imposible: calmar la euforia sin apagar la llama. La multitud se encontró de repente bailando en cámara lenta. Y cuando todos pensaban que la noche no podía intensificarse más, Massano tomó las riendas para el cierre, parecía que la fiesta no tendría fin.
En el Bacardi Stage, la energía alcanzó su punto gracias a la potente actuación de The War on Drugs, que ofreció un espectáculo inolvidable, una experiencia que quedó grabada en la memoria colectiva de todos los asistentes. Con su mezcla hipnótica de rock y melodías envolventes, lograron transportar al público a otro nivel. Para cerrar la noche, OneRepublic tomó el escenario y, a pesar del cansancio palpable, lograron que todos se unieran en un coro vibrante, llenando el aire con sus hits más conocidos. La conexión entre la banda y el público fue mágica, convirtiendo ese momento en una celebración inolvidable.
En el Heineken Silver Stage, las bandas brillaron como nunca, ofreciendo un festival de ritmos y emociones. Las presentaciones de Ambar Lucid, Rojuu y Nicki Nicole transformaron este escenario en un auténtico paraíso bailable. Pero fue Gwen Stefani quien se robó el show con su dominio escénico inigualable; vestida de manera deslumbrante y acompañada de un enérgico equipo de bailarines, entregó una actuación que quedará grabada en la memoria de todos. Uno de los momentos más emotivos fue cuando interpretó «Don’t Speak», dejando caer una lágrima que resonó con el corazón de su audiencia.
Para cerrar con broche de oro, la icónica banda sueca The Hives subió al escenario. Su carismático vocalista, Howlin’ Pelle Almqvist, estableció una conexión única con el público al hablar en español y expresar su amor por México. Su energía contagiosa reavivó el ánimo de todos, invitando a bailar y celebrar después de un día repleto de emociones. Fue una noche que vibró al ritmo de la música y la pasión.
Quedó claro que el Heineken Silver Live Out no era solo un festival; era una experiencia trascendental, un viaje sónico que dejó a todos los presentes transformados, exhaustos y hambrientos de más.